martes, 13 de noviembre de 2012

Matilde hecho poema


Matilde hecho poema
El Señor no sólo ha tenido hombres emblemáticos en la enseñanza de su Palabra. Matilde Ortiz Román, ocupa un lugar representativo en el ministerio pentecostal en Puerto Rico, es una mujer que se ganó un lugar preferente en la historia del cristianismo.
Escribir poemasdedicados al cristianismo era una de las tareas más preciadas que realizaba Matilde Ortiz Román en su paso por la vida terrenal. A lo largo de sus 52 años de existencia dedicó por entero cada uno de sus días al Señor desde varias facetas creativas. Probablemente lo suyo fue más que una inspiración divina, un impulso celestial, fue una forma de vivir en Dios y para su grandeza. Nacida en 1914 en Puerto Rico, alcanzó un sitio especial dentro de la fe evangélica luego de una existencia en la que se transformó en una Sierva ideal de Cristo.

Temerosa de Jehová, desde muy niña, Ortiz Román seguía con ahínco la religión que le fue inculcada por sus padres, quienes profesaban el catolicismo, e hizo cada uno de los ritos de este credo. Sin embargo, todo cambió para ella, una apasionada de lectura, cuando a la edad de 12 años conoció, en un viaje familiar, a su tía Lina Ortiz de Ortiz, una mujer de fe. Ella, cariñosa y cristiana, fue responsable de la salvación de Matilde de una forma muy particular que la ya extinta hermana Ortiz recordó alguna vez de esta forma: “al regresar a mi casa encontré en mi maleta una Biblia. Si ella hubiese tratado de convencerme hablándome, me hubiese confundido. Yo no toleraba nada que no fuera la religión de mis padres”.

Si sabes orar
Manos que sabéis plegarse
en férvida prez al cielo,
rodillas que al doblegarse
expresáis vuestros anhelos.

Corazón que estás hambriento
de justicia y de perdón;
alma que transida aguardas
Su presencia y bendición.

Ora... que el orar el cielo
contacto hará con la tierra.
Pide... y todos tus anhelos
suplirá con sus riquezas.

Alma que sabes orar
tu victoria has decidido,
alma que sabes clamar
tendrás todo lo pedido.

La semilla de los evangelios apareció luego de aquel acontecimiento en la vida de Matilde Ortiz, en su pueblo llamado Corozal, como un veloz relámpago de luz en medio de la oscuridad. Sin embargo, ella debió enfrentarse a las tradiciones y reglas de su familia, que estaban marcadas por las creencias arcaicas, y en un acto de amor al Creador se unió a una congregación protestante en la que encontró el camino a Dios. “En mi hogar, especialmente mi madre estaba atada a la religión de los primeros colonizadores en cuerpo y alma. Pero Dios me inspiró a buscar la comunión con Él. Encaminé mis pasos y me uní a una Iglesia evangélica. Desde entonces la luz diáfana de Jesús inundó mi vida”, contó al respecto Ortiz en su libro: “Mi Biblia y Mi Testimonio”.

Luis M. Ortiz, fundador del Movimiento Misionero Mundial y hermano carnal de Matilde, alguna vez la definió como “una cristiana fiel y ejemplar, de convicciones profundas e inconmovibles; una idónea consejera espiritual, con un corazón generoso y caritativo”. Una explicación clara y exacta de lo que fue la hermana Ortiz. Sólo basta repasar algunos pasajes de su juventud para corroborarlo. Al año de conocer a Cristo parte a San Juan, la capital de Puerto Rico, y allí, en palabras de ella, “siguió militando en una denominación de avivamiento y por ello la Iglesia que dejé me siguió amando. Nunca nada, ni las trabas ni los linderos humanos, me impidieron mirar a todos los evangélicos como hermanos”.

El Arquitecto (Al Maestro)
Un arquitecto con gracia
un gran templo construyó,
con pilares y con arcos
un monumento erigió.
Y todos los que pasaban
mirando el grandioso templo,
extasiados alababan
de la torre al fundamento.
El Maestro también quiso
levantar cual arquitecto,
con el Pan de la Palabra
en las almas otro templo.
Los pilares de oración
los arcos de gran paciencia,
más a nadie interesó
ni vio su oculta belleza.

Mas el tiempo se encargó
de ser juez de aquellos templos.
El de mármol se cayó
sus ruinas cubriendo el templo.
Pero el templo del Maestro
perdurará por los siglos,
pues levantó alma adentro
un mortal edificio.

Durante 39 años, Ortiz Román estuvo ocupada estudiando, conociendo y enseñando la Palabra de Dios. De este modo, las Santas Escrituras, que para ella eran infinitas y vastas, le permitieron llegar a trascender en el plano espiritual. Pasó por las aulas de varios institutos bíblicos, dictó cursillos de fe en un sinfín de Iglesias, dentro y fuera de Puerto Rico, y además se dedicó durante doce años, domingo a domingo, a educar en Jesús a miles de niños puertorriqueños en las Escuelas Dominicales de este país centroamericano. En su opinión el Todopoderoso fue el que la llamó para cumplir “ese ministerio” que duró hasta su partida al encuentro con el Creador acontecida el 29 de julio de 1966.

Inspirada hortelana de la poesía cristiana, la mujer que hizo del verbo escrito el mejor vehículo para difundir la fe en Cristo, fue además una figura emblemática en cuestiones básicas de la religión cristiana. Así, en 1963, a través de las páginas de esta revista, afirmó: “el mejor título que puede tener uno que se reclama ser verdadero seguidor de Cristo es cristiano. Pues en Cristo no hay oriente ni poniente, no hay color, raza o bandera. Cristo es el común denominador y su cruz el lugar donde todas esas reglas y trabas humanas se esfuman, se desvanecen. Ante el fuego de su Divina Palabra, mirando al Señor a cara descubierta, abrazaremos a todos los cristianos como hermanos”.

El cordón escarlata
¡Oh sangre de Jesús Crucificado!
Que a raudales brotó de sus heridas,
sangre que limpia y perdona los pecados
manantial eterno de la vida.

Cubre con esa sangre mi conciencia
limpia en ella, Señor, mis desvaríos
de aquella que la espada sin clemencia
hizo brotar de tu pecho como un río.
Sólo por sangre podré cantar victoria
solo ella nos limpia del pecado
ella tan solo nos llevará a la gloria
¡Oh sangre de Jesús Crucificado!


Maestra de vastos conocimientos bíblicos y teológicos, la Sierva de Jesús tuvo en los versos su máximun aporte a la convicción evangélica. Dicho tributo se materializó, en 1964, por intermedio de un poemario titulado“Aromas de mi Huerto”. Una Obra, que en opinión del pastor Luis M. Ortiz, es“un canto a la vida donde todo aquel que desee recorrer sus alfombradas sendas puede respirar la vida del Cristo resucitado. Aquí el visitante se convierte en pastor, y cada oveja es un salmo. En este huerto se respira la fragancia de sus flores y de sus frutos y se admira su delicada belleza”.

Desde la fundación de la Obra, producida el 13 de febrero de 1963, hasta el final de su vida terrenal, Matilde Ortiz Román se constituyó en una fuente de inspiración para que más de un mundano conociera la perfecta voluntad de Dios. En relación a aquello, en los últimos días de su existencia, puntualizó: “Cristo y su Palabra son mi todo. Fuera de eso, lo otro es vanidad y tontería. Soy feliz inspirando a otros a colocarse en el lugar asignado para ellos en el programa divino. Imparto su Palabra como clavos hincados y aguijones afilados. Dándola clara y sencilla con la unción insustituible del Espíritu Santo”. Mayúscula tarea que hizo de Matilde una heroína de la fe.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La pequeña Evangelista



La pequeña Evangelista
La Cabaña del Tío Tom, un libro con claro mensaje cristiano, que narra con realismo la etapa de la esclavitud en los Estados Unidos. Una muestra del contundente poder de la literatura y el Evangelio. Su publicación fue determinante para generar conciencia abolicionista y abrir los ojos de quienes se negaban a aceptar a la población negra como seres humanos.
Dentro de la literatura universal, en aquellas obras de gran impacto global, existen un sinfín de creaciones inspiradas en la Biblia, destinadas a la tarea de evangelización y conversión de las almas perdidas. Una de ellas es la Cabaña del Tío Tom, escrita por la estadounidense Harriet Beecher Stowe, hija de un pastor metodista, quien fue una de las más ilustres escritoras y abolicionistas de todos los tiempos. Este trascendental libro, publicado en 1851, está marcado por ser el preámbulo de uno de los conflictos más significativos en la historia de los Estados Unidos: la guerra civil norteamericana que dividió el norte y sur de unos de los países más poderosos e influyentes del mundo entero.

La esclavitud en esa época era un tema polémico y fue, sin duda, uno de los principales motivos para la explosión de la Guerra de Secesión. Al respecto, Beecher Stowe, a través de su espléndida narrativa, nos transporta a un mundo desconocido y nos relata los temas más secretos y más profundamente ocultos de la esclavitud, que nunca antes habían salido a la luz en pleno siglo XIX, y que diez años después de la aparición de su obra derivó en el enfrentamiento entre las fuerzas de los Confederados y los de la Unión para deliberar la emancipación de los esclavos. Como una muestra contundente del poder de la literatura y el Evangelio, el libro de Harriet fue la clave para abrir los ojos de los que se negaban rotundamente a ver a los negros como seres humanos.

En las siguientes líneas, el lector podrá encontrar extractos de la obra, plasmados en una gama de situaciones indiscutiblemente cautivadoras que lo mantendrán sin parpadear hasta el final.

La parte más importante y nuclear de toda la obra, es la escena donde la autora nos describe al detalle los últimos instantes de la vida de la pequeña Evangelista, protagonista principal de la obra, quien en su último sermón a sus amados esclavos, antes de elevar su alma al cielo, resume el concepto de conversión, y el camino que conduce a la salvación.

Escuchad lo que digo. Quiero hablaros de vuestras almas... Me temo que muchos de vosotros sois muy descuidados. Solo pensáis en este mundo. Quiero que recordéis que existe un mundo bello donde está Jesús. Voy allí y vosotros podéis ir allí también. Es tanto para vosotros como para mí. Debéis orar a Él, debéis leer... La niña se detuvo, los miró con tristeza y dijo pesarosa:

–¡Pero, ay, si no sabéis leer, pobres criaturas! –y hundió el rostro en la almohada y lloró, y su llanto era acompañado por los sollozos reprimidos de sus oyentes, que estaban arrodillados en el suelo.
–Quiero daros algo que os haga pensar en mí cuando lo miréis: os voy a dar un rizo de mi cabello. Cuando lo miréis, recordad que os quería y que me he ido al cielo y que quiero veros a todos allí.
Es imposible describir la escena que tuvo lugar mientras rodearon a la niña entre lágrimas y sollozos y cogieron de su mano lo que les parecía una última muestra de su amor.

En la literatura de Harriet Beecher Stowe, el tío Tom, sobre quien giraba esta historia, era una especie de patriarca de asuntos religiosos, dotado de un temperamento en el que predominaba la ética cristiana, y recibía un trato de mucho respeto como si fuera un pastor. El estilo sencillo, espontáneo y sincero de sus exhortaciones hubiera podido edificar a personas más instruidas que él, según la narrativa de la autora norteamericana. No había nada que pudiera superar la sencillez conmovedora y la sinceridad candorosa de sus oraciones, enriquecidas con el lenguaje de las Sagradas Escrituras, que parecía haber absorbido de tal manera que ya formaba parte de su ser y salía de sus labios de manera inconsciente.

Tom se caracterizaba por una expresión de sensatez seria y constante, junto con una gran cantidad de bondad y benevolencia. Tenía un aire de pundonor y dignidad en su porte, unido a una sencillez confiada y humilde como se muestra a continuación. Tom estaba sentado cerca, con la Biblia en las rodillas y la cabeza en la mano; ninguno de los dos hablaba. Era temprano aún y los niños dormían todos juntos en la rudimentaria carriola. Tom, plenamente dotado del corazón tierno y doméstico que ¡para su desgracia! es característico de su malhadada raza, se levantó y se aproximó silenciosamente a mirar a sus hijos.
–Es la última vez– dijo. La tía Chloe no respondió, solo planchaba y planchaba una y otra vez la burda camisa, ya tan lisa como las manos podían lograr; y, finalmente, dejando caer la plancha con un golpe de desesperación, se sentó en la mesa y «alzó la voz y lloró».
–Supongo que debemos resignarnos pero ¡ay, Señor!, ¿cómo vamos a conseguirlo? ¡Si por lo menos supiera adónde vas o qué van a hacer contigo! El ama dice que intentará recuperarte en un año o dos; ¡pero, Señor!, no vuelve ninguno de los que van allá abajo. ¡Los matan! He oído hablar de la manera en que los tratan en esas plantaciones.
–Estoy en manos del Señor –dijo Tom–; las cosas no pueden ir más lejos de lo que permite, y de eso puedo dar gracias. Soy yo el que ha sido vendido y se va al sur, y no tú o los niños. Estáis a salvo aquí. Lo que vaya a ocurrir me ocurrirá solo a mí, y el Señor me ayudará, lo sé.

Este libro también está colmado de una infinidad de escenas cargadas de una gran dosis de júbilo, como la que se presenta a continuación, y donde se refleja la inocencia del corazón de un infante, como el de la pequeña Evangelina, de rizos alborotados, cuando elevaba una oración al cielo o entonaba himnos evangélicos al lado de su inseparable amigo Tom. La escena nos relata un pasaje en el que Eva y su fiel servidor alaban a Dios.

–¿Dónde crees que estará el nuevo Jerusalén, tío Tom? Preguntó Eva.
–Pues, allí arriba en las nubes, señorita Eva.
–Entonces creo que lo veo –dijo Eva–. ¡Mira entre aquellas nubes! ¡Parecen grandes puertas de nácar; y se puede ver más allá, muy, muy lejos: todo es de oro! Tom, canta “gloriosos espíritus”. Y Tom cantó las siguientes palabras de un himno metodista bien conocido:
“Veo una banda de luminosos espíritus, que prueban las glorias allí; visten de blanco inmaculado, y portan palmas victoriosas”. De pronto, los ojos de Eva se tornaron soñolientos y canturreó con voz baja: Visten de blanco inmaculado, y portan palmas victoriosas…

En La Cabaña del Tío Tom, asimismo, se destaca por sobre todas las cosas la humildad de Eva que, a pesar de pertenecer a una de las familias más pudientes, poseía un alma que nunca se contaminó con el orgullo y la soberbia y por el contrario siempre tuvo un corazón dispuesto a amar y servir al prójimo, y por esa razón ella podía querer a sus esclavos de una manera que ni sus propios padres podían entender. En la obra de Harriet Beecher Stowe, además, se muestra a Eva con una madurez, tanto espiritual como emocional, muy desarrollada a pesar de su corta edad y del mismo modo y por intermedio de ella se otorga una lección de vida a través de su ejemplo.

–La gente puede quererte, aunque seas negra, Topsy.
–No; ella no puede soportarme ¡porque soy negra! ¡Preferiría que la tocase un sapo! ¡No hay nadie que pueda amar a los negros y los negros no podemos hacer nada! ¡A mí no me importa! –dijo Topsy.
–¡Ay, Topsy, pobrecita, yo te quiero! –dijo Eva con un súbito estallido de emoción, poniendo su delgada manita en el hombro de Topsy–; yo te quiero porque no has tenido padre, madre ni amigos, ¡porque has sido una niña pobre y maltratada! Yo te quiero y quiero que seas buena. Estoy muy enferma, Topsy, y no creo que vaya a vivir mucho tiempo; y me apena muchísimo que seas tan traviesa. Quisiera que intentaras ser buena por mí; me quedaré poco tiempo contigo.
Los agudos ojos negros de la niña negra se llenaron de lágrimas; grandes gotas brillantes fueron cayendo, una tras otra, para ir a parar sobre la pequeña mano blanca. ¡Sí, en ese momento, un rayo de verdadera fe, un rayo de amor divino había penetrado la oscuridad de su alma pagana! Bajó la cabeza entre las rodillas y lloró y sollozó, mientras la hermosa niña, agachada sobre ella, parecía el cuadro de un ángel reluciente que se inclinaba para salvar a un pecador.

En lo que se refiere a los secretos más recónditos que guardaba el alma de Evangelina, Beecher Stowe da cuenta en una de las pláticas de la niña con el tío Tom, que la pequeña guardaba un profundo dolor al ver de cerca el sufrimiento de los esclavos y un incontenible deseo de evitar a toda costa la angustia y la impotencia de aquellos infelices.

Tío Tom –dijo un día, mientras le leía a su amigo–, comprendo por qué Jesús quiso morir por nosotros.
–¿Por qué, señorita Eva?
–Porque yo también lo he sentido.
–¿Y qué es, señorita Eva? No comprendo.
–No lo sé decir; pero cuando vi a aquellas pobres criaturas en el barco, ya sabes, cuando tú y yo...; algunas habían perdido a sus madres y otras a sus maridos y algunas madres lloraban a sus hijos... y cuando me enteré de lo de la pobre Prue, ¿no fue terrible?, y muchísimas veces más, he sentido que me gustaría morir si mi muerte pudiera poner fin a todo ese sufrimiento. Moriría por ellos, Tom, si pudiera ––dijo la niña con seriedad, posando su pequeña mano sobre la de él.

Pero, sin duda, una de las escenas más dramáticas de esta conmovedora historia es el momento en el que Eva supo que ya se estaba acercando su hora de partir y en una de las últimas conversaciones que entabla con su querido tío Tom, la dulce Evangelina expresa la sensación de encontrarse más cerca a Dios, que nunca jamás.

–Tío Tom ––dijo Eva––, yo me voy allá.
–¿Adónde, señorita Eva?
La niña se levantó y señaló el cielo con su pequeña mano; el resplandor de la tarde iluminaba su cabello dorado y su mejilla encendida con una especie de brillo sobrenatural y sus ojos se dirigían con intensidad al cielo.
–¡Me voy allá ––dijo–– con los luminosos espíritus, Tom; me voy allá, pronto!
El viejo y leal corazón sintió un repentino vuelco; y Tom pensó en las veces que había notado, en los últimos seis meses, que las pequeñas manos de Eva habían adelgazado, y su piel se había vuelto más transparente y su aliento más entrecortado; y cómo, cuando jugaba en el jardín, como antaño hacía durante horas, se cansaba y languidecía enseguida.
–¡Aun así, querida Eva, te marchas! Pero no lo saben los que más te aman – exclamó Tom con tristeza.

Para finalizar este recuento, la autora nos plantea esta contundente pregunta: ¿habrá habido alguna vez una niña como Eva? La respuesta es sí, sí las ha habido; pero siempre se ve sus nombres en las lápidas y sus dulces sonrisas, sus celestiales ojos, sus singulares palabras y costumbres se hallan siempre entre los tesoros ocultos de los corazones anhelantes y cuando se ve esa profunda luz espiritual en los ojos, cuando el alma se expresa con palabras más dulces y sabias, como las palabras comunes de los niños, o como las de la pequeña Evangelina, se puede inferir que llevan impreso el sello del cielo y la luz de la inmortalidad se asoma por sus ojos.

viernes, 13 de julio de 2012

Bellas por dentro y por fuera

Bellas por dentro y por fuera


Las mujeres debemos cuidarnos…por dentro y por fuera. Las dos cosas están relacionadas y se afectan la una a la otra.
(♥) Nuestro interior ha de estar bien cuidado: Amémonos, confiemos en nosotras mismas y aprendamos a sentirnos seguras, que eso se reflejará en nuestro exterior.
(♥) Nuestro exterior también ha de estar bien cuidado: No nos descuidemos, invirtamos esfuerzos en vernos bien bellas… que eso dará fuerza a nuestro interior.
Pasa el tiempo, y nosotras nos sumergimos en él: Trabajo, viajes, casa, niños, mascotas, más trabajo, familia, excesos, cansancio y más trabajo. Un día de repente nos miramos al espejo al pasar y¡Oh, pero qué veo! ¿quién es esa mujer!? – Tú misma.
¡Has cambiado!
Dicen los años no vienen solos, pero en muchísimas ocasiones, los agregados son nuestros. El descuido, el abandono, el hacer importante lo urgente, u otras cosas más allá de nosotras mismas marcan la diferencia.
Dejamos de cuidarnos porque tenemos responsabilidades.
Las mujeres somos coquetas, pero la rutina nos hace crear una responsabilidad, donde  infinidades de veces, creemos que el arreglo personal es superficial, pérdida de tiempo o una cursilería de otros tiempos. Que tal vez ahora con las obligaciones que tenemos no debemos invertir tiempo y qué decir de “dinero” en cosméticos, maquillajes o unas sesiones de spa.

No obstante…
¡Tenemos que cuidar nuestra imagen!Nuestra estética en fundamental, tanto para cuando nos relacionamos con cualquier persona del mundo, como cuando nos encontramos con quien tenemos confianza y nos sentimos en intimidad.
Tu aspecto exterior es un reflejo de tu mundo interno. Dicen que la postura corporal está relacionada con la postura emocional; entonces te invito a mírate al espejo: ¿Cómo es tu forma cuando estás de pie? ¿Esbelta? ¿Encorvada? ¿Cómo te siente por dentro? ¿Ligera, plena, satisfecha? O ¿Con un gran peso en los hombros?
Obsérvate y con una mano en el corazón, ¿qué crees que trasmites? ¿Te satisface? Si no lo hace, no te condenes, para transformar algo, primero hay que visualizarlo.
Si algo de tu envase no te agrada, es hora demanos a la obra. Y no creas que vas a requerir pasar por el cirujano plástico. Más aún, la operación es del alma. Hay que desenterrar de tu ser esas pautas mentales que te han convertido en la mujer que hoy estas siendo.
Nuestro interior se refleja en el exterior
Todos los seres humanos formamos una coherencia entre el pensamiento, la corporalidad y las emociones. Por eso si intervenimos en una de ellas las otras se acomodan.
Si te ocupas de recuperar tu poder de atracción, modificando aquellas áreas de tu corporalidad que no te agradan, rápidamente tu estado de ánimo y tu pensamiento estarán en armonía.
Si te gustas, ¡gustas!
Gústate, confía en ti misma, aprende a ser segura de quien eres, cuanto vales y cuanto mereces… así ganarás mucho atractivo.
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Algunos consejos para recuperar tu habilidad de atraer:


  • Mantén tu cabello arreglado de la forma que más te agrade, pues es el marco del rostro, si te gusta lo que ves, te sentirás poderosa en el día.
  • Come en forma saludable y equilibrada, aún cuando creas que lo mejor engorda, lo mejor es lo que te nutre y evita grasas en tu cuerpo, un peso adecuado no es sólo una buen figura, habla de órganos felices.
  • Bebe abundante agua, es fundamental para drenar las impurezas, limpiar toxinas y mantener con energía.
  • Realiza ejercicio, esto te mantiene en ritmo y te abraza con la vida.
  • Háblate bonito, trátate suavemente; de esta forma estarás elevando tu vibración energética al universo
  • Canta, en la ducha, antes de dormir, al despertar, en el auto. Cuando quieras pero canta, eleva las endorfinas

¿Qué otros consejos puedes aportarnos para recuperar la atracción personal?
Y nunca lo olvides: la belleza comienza por dentro, se feliz, se alegre, se segura de ti misma… Permite que eso se refleje también en tu exterior, pues tú mereces verte bella siempre, por dentro y por fuera.

¡Gústate para gustar!

jueves, 12 de julio de 2012

¿Cómo recuperar un celular que se cayó al agua? | Videos | Bemsimples.com

¿Cómo recuperar un celular que se cayó al agua? | Videos | Bemsimples.com

Tip para la caída del cabello


Resumen


Pruebalo los resultados son inmediatos.


Necesitas


Solo necesitas jabón neutro o shampoo anticaspa para cabello grasoso. Pruebalo los resultados son inmediatos.


Pasos


1


Antes de lavar tu cabello como acostumbras lavalo con el jabón neutro o el anticaspa, ya que ayudará a limpiar a profundidad. Y luego usa el el producto de tu preferencia.
2


Y luego lava como acostrumbras, no uses acondicionador, porque éstos tiran más el cabello, actualmente existen productos que ayudan a desenrredar el cabello y son tratamiento para fortalecerlo.
Importante


Recuerda no usar productos con aceites ya que contribuyen a la caída del cabello.

miércoles, 11 de julio de 2012

Aprende a maquillar la forma de tus ojos correctamente

La boca, los labios, los dientes y la lengua. Cortesía y modales.


Por cortesía, se debe tener siempre la boca limpia, y para ello conviene lavarla todas las mañanas; pero no se debe hacer en la mesa o delante de otros.

La boca no debe estar ni demasiado abierta, ni demasiado cerrada, y, al comer, no tener nunca la boca llena, sino comer con tal moderación que se esté en disposición de poder hablar fácilmente y ser comprendido cuando la ocasión se presente.

Por cortesía, se debe tener siempre la boca limpia, y para ello conviene lavarla todas las mañanas; pero no se debe hacer en la mesa o delante de otros.

La urbanidad no permite tener nada en la boca, prohíbe tener alguna cosa entre los labios, o entre los dientes: por esto no se debe poner la pluma en la boca cuando se escribe, ni flores en ninguna ocasión.

  La boca, los labios, los dientes y la lengua. Cortesía y modales.Produce mal efecto apretar mucho los labios, o incluso morderlos, y nunca deben mantenerse entreabiertos; y resulta insoportable el hacer muecas y poner hocicos. La posición que se les debe dar es la de tenerlos siempre juntos uno con otro, suavemente y sin fuerza.
No sienta bien hacer temblar los labios, ni al hablar ni en ninguna otra ocasión; deben estar siempre cerrados y no moverlos ordinariamente más que para comer o hablar.

Los hay a veces que elevan tanto el labio superior y bajan el inferior que los dientes llegan a aparecer totalmente; este proceder es completamente contrario al decoro que no quiere que se vean nunca los dientes al descubierto, ya que la naturaleza no los ha cubierto de labios sino para esconderlos.

Se debe procurar tener los dientes muy limpios, pues es muy descortés que se vean negros, mugrientos o llenos de suciedad. Por esto es conveniente limpiarlos de cuando en cuando, particularmente por la mañana, después de comer; con todo no debe hacerse en la mesa, delante de todos, lo que sería falta de recato y de respeto.

Evítese servirse de las uñas o de los dedos, o de un cuchillo para limpiarse los dientes: está bien visto hacerlo con un instrumento a propósito, llamado mondadientes, o con un fragmento de pluma cortado al efecto, o con un paño grueso.

Es ignorar en qué consiste la urbanidad el rechinar o crujir los dientes. No hay que apretarlos demasiado al hablar, ni hablar entre dientes, defecto al que, para corregirse, se prestará atención procurando abrir bien la boca al hablar a alguien.

Es gran descortesía tocarse un diente con la uña del pulgar para expresar desdén o desprecio a alguna persona o cosa: es todavía peor decir al hacerlo: me importa un comino.

Es vergonzoso e indigno de toda persona bien nacida sacar la lengua por desprecio, o para negar lo que otro pide, y es grosero sacarla hasta el borde de los labios y moverla de un lado al otro; no es menos descortés el poner la lengua o el labio inferior, sobre el labio superior para recoger agua o mocos caídos de la nariz para meterlos luego en la boca. A los que tan mal educados son como para caer en esta clase de defectos les conviene servirse de un espejo para corregirse de ellos, ya que, sin duda, no podrán verse hacer cosas tan groseras sin condenarlas.

Está, pues, de acuerdo con la urbanidad el que la lengua permanezca siempre encerrada por los dientes y no salga nunca fuera, ya que es todo el espacio que la naturaleza le ha dado.